El Gobierno de Javier Milei se encuentra en la última fase de análisis sobre el impacto tecnológico y geopolítico del radar ubicado en Tierra del Fuego e instalado por la empresa LeoLabs, que tras idas y vueltas del gobierno del entonces presidente Alberto Fernández y del gobernador Gustavo Melella fue inhabilitado aunque no desactivado por completo.
El radar se instaló en 2022 en la localidad de Tolhuin y generó reclamos de veteranos de la guerra por las Malvinas que lo rechazaban por considerar que era británico. Un grupo de desconocidos incluso lo atacó provocando un incendio en casas aledañas.
Pero ahora, tras estudios técnicos oficiales y duras negociaciones con enviados de Estados Unidos y de esta startup nacida en Sillicon Valley, el Gobierno se dispone a habilitarlo: consideran que no es de origen británico sino estadounidense y que tampoco tiene usos o fines militares como se había hecho trascender sino por completo científicos: aseguran que barre el espacio y busca limpiar la «basura satelital».
“Los radares de LeoLabs están específicamente diseñados para vigilar la ubicación y el movimiento de los satélites y los desechos orbitales. Los radares apuntan al cielo y detectan objetos que orbitan por encima de ellos. Para ello, envían una señal de radio en una dirección determinada y registran el momento y el lugar en que la señal alcanza un objeto previsto (satélites o basura), en función de las pasadas anteriores de dicho objeto por los otros radares de LeoLabs”, indicó una fuente oficial a Clarín con la carpeta que sin embargo necesita una aprobación final dentro de la Jefatura de Gabinete.
El radar, que efectivamente fue instalado dentro de una propiedad privada dentro del área de Tolhuin, es fruto de un acuerdo firmado en 2022 y para la Argentina era absolutamente innovador. Es un hecho que cada vez más el sector privado se involucra en la carrera satelital, donde los Estados tuvieron durante décadas el pleno uso y ocupación. Fue instalado para hacer monitoreo de objetos en órbita baja en el espacio según se informó entonces.
Y hasta la ex Subsecretaría de Telecomunicaciones y Conectividad del anterior gobierno lo autorizó. Tanto Melella como el Ministerio de Defensa, y Jefatura de Alberto Fernández le dieron el visto bueno hasta que se alarmaron por los reclamos. Finalmente el ex ministro de Defensa Jorge Taiana hizo un informe en base a supuestos usos militares, y un presunto origen británico basado en que la sociedad de LeoLabs Argentina remitía a Dublin.
Pedido de informes y marcha atrás
En su momento, el senador radical por Tierra del Fuego Pablo Blanco pidió varios informes al gobierno de Fernández, que nunca respondió, y ahora al de Milei.
En junio de 2023 una resolución del Boletín Oficial ordenó “suspender los efectos de la Disposición N° 8/22 de esta Subsecretaría de Telecomunicaciones y Conectividad, mediante la cual se autorizó precariamente a la empresa LeoLabs Argentina SRL para instalar y poner en funcionamiento una Estación Terrena en Banda S, con el fin de rastrear y monitorear objetos en el entorno LEO (órbita terrestre baja)”.
Se le dio entonces intervención al Ministerio de Defensa y al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, y el radar pasó a ser casi un conflicto para el Estado, donde explotó un debate de tono nacionalista cuando ese no era el punto.
Desde Tierra del Fuego apuntaban a que el radar tenía hasta acuerdos militares para una instalación muy cercana a las disputadas Antártida e Islas del Atlántico Sur, como las propias Malvinas, lo que al final no tenía sustento.
También se dijo que el radar era una manera de “compensar a británicos y estadounidenses” por la base de exploración del espacio profundo que Cristina Kirchner le concedió bajo su gobierno a la República Popular China en la provincia de Neuquén, también en la Patagonia.
Lo cierto es que el radar de LeoLabs en Tierra del Fuego dejó instalados sus grandes paneles, pero no pudo operar. Se abrió un expediente general en el que se había tramitado el acuerdo inicial para la instalación del mismo y que tuvo un primer cierre en 2023, que rechazaba su operación.
Pero en vez de ir por el recurso judicial, la empresa esperó el cambio de Gobierno y el giro de Javier Milei, que tiene explícitamente entre sus primeros aliados a los Estados Unidos.
A fines de 2023 la empresa presentó un recurso de reconsideración de la instalación, que se encuentra en la Secretaría de Innovación, Ciencia y Técnica, que comanda ahora Darío Genua.
“La instalación de este radar lejos de ser una amenaza podría ser una solución para una problemática que de otra manera a la Argentina le saldría mucho dinero y por otro lado atrae inversión extranjera y trabajo para los argentinos”, se le escuchó decir al funcionario. Aunque las fuentes primarias no vieron objeciones, el expediente todavía no llegó con dictamen a la secretaria de Asuntos Estratégicos, que maneja José Luis Vila, dentro de la Jefatura de Gabinete, de Guillermo Francos. El visto bueno del JGM es la última instancia administrativa.
“Actualmente Argentina no tiene ese tipo de tecnologías. Y la Argentina se podría beneficiar mucho de la instalación de esa tecnología que nos permitiría saber cuáles son los objetos que están volando sobre el cielo argentino”, argumentan en el Gobierno. “La nueva política de cielos abiertos permite que satélites en órbita baja puedan estar sobre cielo argentino y esta es una manera de saber y controlar todo lo que ocurre ahí”.Una de las casas incenciadas cercanas al radar de LeoLabs en Tierra del Fuego. Fue atacada en 2023.
Qué dice la carpeta que presentó la empresa
La empresa se define como una startup constituida en el año 2015 en el Estado de Delaware, con sede en el Estado de California (Silicon Valley). Y afirma que sus objetivos son los de brindar servicios para apoyar la seguridad operacional en la órbita terrestre baja (en inglés “Low Earth Orbit” o «LEO»).
Y que lo “único que pretende resolver” es la congestión de satélites y “basura” (acumulada desde el comienzo de los viajes espaciales), que generan riesgos de colisión.
La cantidad de satélites lanzados en LEO ha crecido exponencialmente con nuevas empresas que lanzan satélites comerciales (Starlink, OneWeb, Satellogic, etc.), así como importantes satélites no comerciales (como la Estación Espacial Internacional).
Y afirman que lo que buscan es crear un mapa comercial del espacio, que muestre dónde se encuentran los satélites y la basura espacial, por dónde viajan y a qué situaciones de riesgo se enfrentan. Como los mapas de Google o Apple, que muestran carreteras, edificios, etc. y son utilizados para guiarse.
Según se lee en las definiciones de la empresa, los radares de LeoLabs están específicamente diseñados para vigilar la ubicación y el movimiento de los satélites y los desechos orbitales. Apuntan al cielo y detectan objetos que orbitan por encima de ellos. Para ello, envían una señal de radio en una dirección determinada y registran el momento y el lugar en que la señal alcanza un objeto previsto (satélites o basura), en función de las pasadas anteriores de dicho objeto por los otros radares de LeoLabs.
El proceso de detección real se completa varios minutos después de la recogida de datos, momento en el que los satélites (y cualquier otro objeto) han salido del campo de visión del radar y ya no pueden ser rastreados por él.
Los radares no rastrean objetos situados a menos de 100 kilómetros de la superficie terrestre. Es decir, no están configurados para registrar los retornos de objetos con un alcance inferior a 100 kilómetros. A una distancia tan corta, los transmisores siguen emitiendo en el momento en que las señales de retorno llegan a los receptores del radar. En otras palabras, el radar se queda “sordo” a esas altitudes.
Estos radares no tienen partes móviles, lo que significa que no pueden desplazarse para apuntar al horizonte o al suelo. Ese es el principal argumento de la empresa en Argentina: no pueden rastrear aviones, misiles, lanzamientos de cohetes, vehículos en tierra ni barcos en el agua.
Aún en el hipotético caso de que uno de estos objetos atravesara el limitado haz del radar, estaría en él durante un tiempo muy breve. Por ejemplo, un avión comercial a altitud de crucero puede atravesar el haz del radar durante menos de medio segundo. Y el radar no podría saber a dónde se dirige ese avión, ni sus maniobras, antes o después de pasar por el haz del radar.
El breve tiempo que pasan los satélites por el haz del radar, permite trazar su trayectoria porque éstos están en órbita (en reposo y no maniobrando) y sus trayectorias pueden predecirse a partir de las Leyes de Kepler (mecánica orbital). Esas mismas leyes, no pueden aplicarse a objetos tales como aviones.
El radar no es capaz de actuar tampoco como receptor pasivo de señales que estén fuera de la banda que utiliza y a la que son sensibles sus antenas. Las antenas han sido diseñadas para funcionar únicamente con señales que trabajan sobre una franja muy estrecha del espectro (40 MHz de ancho) y no son sensibles a las señales de frecuencias utilizadas por aviones, barcos u otros vehículos.